Ciencia
Cómo el terremoto de 1964 en Alaska transformó paisajes inhóspitos en un laboratorio clave frente al cambio climático

Tras el mayor sismo en la historia de Estados Unidos, científicos estudian marismas formadas en Alaska para entender la evolución de los ecosistemas, el almacenamiento de carbono y su impacto actual en comunidades y biodiversidad
Un equipo de científicos de la Universidad de Washington se dispone a explorar uno de los entornos más alterados por la naturaleza en la historia reciente de Estados Unidos: las marismas del Delta del Río Copper en Alaska, surgidas luego del devastador terremoto de 1964.
Su propósito es comprender cómo estos ecosistemas, nacidos de la catástrofe, evolucionan y contribuyen a la captura de carbono, la protección costera y el bienestar de las comunidades locales. La expedición abordará un territorio donde la ciencia aún tiene grandes incógnitas.
Un terremoto histórico que cambió el litoral de Alaska
El 27 de marzo de 1964, un terremoto de magnitud 9,2 sacudió Alaska durante cerca de cinco minutos. Se trató del mayor registrado en Estados Unidos, seguido por un tsunami letal con víctimas incluso en California y una transformación irreversible de la geografía costera cerca del Prince William Sound.
Según datos divulgados por la Universidad de Washington, el ascenso del terreno —de varios metros— convirtió bancos de lodo en un entorno apto para el desarrollo de vegetación de marisma, formando así un tipo de humedal costero crucial.
En las décadas posteriores, estas marismas se establecieron con rapidez. Se calcula que entre uno y tres metros de sedimentos se acumularon en el área, creando un laboratorio natural excepcional para investigar la interacción entre sucesos geológicos y procesos ecológicos. El Delta del Río Copper, uno de los mayores del continente, se transformó en escenario privilegiado para estudiar cómo los ecosistemas responden a terremotos de gran magnitud.
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